El proceso de trabajo arduo necesita y busca reconocimiento, es un hecho natural. El reconocimiento es el combustible del entusiasmo.
Si bien el reconocimiento es fundamental en los procesos de trabajo, también es un elemento peligroso.
Que los aplausos no te encandilen
Usemos como ejemplo las presentaciones exitosas. Estuvimos trabajando duramente para dar con una solución al problema y después de muchísimas discusiones, horas y explicaciones; teníamos una idea poderosa. La estructuramos, la sustentamos y la convertimos en una persuasiva presentación.
¿Próxima estación? Presentarla.
El equipo está ansioso y expectante, de esto depende… alguna cosa importante, seguro.
Finalmente llega el día, todos listos y voila… presentamos. Éxito rotundo, como era de esperarse. El cliente está muy entusiasmado con lo que vió. Tenemos algo muy poderoso en las manos.
¿Y ahora? A celebrar.
¿Y luego? Y luego pasa casi siempre lo mismo. Los liderazgos que llevaron la presentación al éxito, bajan la guardia y dejan que el trabajo avance con el Flow de la estructura.
Algunos con soberbia dirán: lo que queda es carpintería.
No dejes que la emoción se evapore
Los lauros de la presentación son el primer enemigo de una implementación exitosa. La etapa de implementación requiere el mismo o más entusiasmo y dedicación.
Y es por eso que muchas veces nos sentimos insatisfechos. Descuidamos el proceso de implementación y no somos tan rigurosos como en la preparación.
La solución es básicamente generar un estado de conciencia y convertir la implementación en un nuevo proceso emocional que nos vuelva a entusiasmar como el de presentación. Y eso regularmente es más difícil en esta etapa porque seguramente en la presentación surgieron algunas limitaciones.
Pero ahí está el reto.